Sé que muchas mamás se sorprenderán con lo que les voy a decir, pero créanme que a mis cuarenta y tantos años es cada vez más importante que las cosas en mi vida sean lo más prácticas y fáciles posible. Les cuento por qué.
Piensen en cuando eran niñas. ¿Cuántos objetos guardaban y atesoraban? ¿Cuántos de esos objetos conservan ahora? ¿Les hacen falta? ¿Lamentan quizá ya no tener todos o algunos de ellos? ¿Qué harían con ellos si aún los tuvieran?
Yo no conservo nada de mi infancia… bueno, sí, una muñeca de trapo que para comprarla ahorré por meses. Mi mamá puso la parte de dinero que me faltaba y me la regalé para mi cumpleaños nueve, creo. Un buen día mi hermana me la trajo de México y la tengo por ahí metida en un closet.
Sé que sonará a que soy una mamá amargada, pero estoy evitando guardar todo eso que guardan las mamás de sus bebés. Que el primer mechón de cabellos, que las primeras uñitas que le cortas, que el primer gorrito que le pusiste, que el trajecito que usó en su bautizo… No por favor. Si seguimos podríamos llenar un cuarto entero.
De un tiempo para acá me hice antitiliches. De mi primer hijo intenté guardar cada papelito que me daban de la guardería hasta que un buen día dije, “Basta, esto no me sirve para nada y solo estoy acumulando pilas de cosas”.
Se lo comenté a mis hermanas y casi me ahorcan. “Te vas a arrepentir”, me dijeron. Hasta ahora no ha sucedido eso. Al contrario, estoy contenta de que he podido superar esa etapa del apego a las cosas que pueden ser muy valiosas sentimentalmente, pero que terminarán por inundar tus cajones.
Entonces busqué una solución práctica. Pensé, por ejemplo, que ver mis fotos de niña con el vestido que más me gustaba era tan gratificante como tener la misma prenda en mis manos. También pensé en todas esas veces que he ido a ventas de bienes en mi vecindario. Por acá es común que cuando mueren los ancianos, los hijos o herederos ponen a la venta casi todas las cosas que dejaron los fallecidos. ¿Y qué creen? muchas veces he visto que los mismos hijos venden toda la indumentaria que usaron en su bautizo, juguetes que los padres guardaron por décadas, la primera cucharita que usó el bebé…
Eso me hizo pensar que cuando yo no esté todas las cosas que atesoré irán a la basura o a las manos de un extraño. Todo esto tendrá valor para mí, pero estoy segura que no para mis hijos. Es duro, pero es verdad.
Así que ahora, en esta era de tanto avance tecnológico, lo mejor es tomar foto o video de todo lo relacionado con tus hijos. Eso sí, tendrás que comprarte un USB con una capacidad enorme si es que registras hasta los parpadeos. Pero vale la pena. Así evitas entilicharte tanto. También tendrás que respaldar todo lo que registres. Si pierdes esos archivos entonces sí debes ponerte a llorar.
¿Qué guardas de tus hijos? ¿Alguna vez te hartaste de acumular tanto y te deshiciste de algo o de todo?