Aunque parezca algo normal y sea culturalmente aceptado, los sobrenombres crean estigmas con los que los niños cargan por el resto de sus vidas.
Para mí siempre fue común el hecho de que mis tíos paternos nos pusieran apodos a mí y a mis hermanos.
“El enano”, “El manotas”, “Los macetones”, “La cebollita” (ese era el mío), “La peteca”, “La pachis”…
Casi siempre, cada uno de estos sobrenombres hacía referencia a una característica física. “El enano” era uno de mis hermanos que siempre fue bajo de estatura. “El manotas” era mi hermano mayor, que tenía manos muy grandes. “Los macetones” eran dos de mis hermanos que siempre andaban juntos y que según mis tíos tenían la cabeza grande. Yo era “La cebollita” porque cuando nací era rubia, y según eso tenía el cabello del color de las cebollas de cambray.
¡Válgame dios! Y lo peor de todo es que mi papá festejaba con risotadas cada vez que los parientes nos llamaban así.
Ahora que reflexiono sobre eso, me doy cuenta de que ninguno de mis primos tenía apodos. Seguramente era porque los papás de ellos -acertadamente- no lo permitían. Mi padre era el único tonto que no se daba cuenta de que sus hijos eran objeto de la mofa de sus hermanos.
Lo peor de todo es que hasta la fecha mi padre todavía tiene esa costumbre; le encanta ponerle sobrenombres a sus nietos, solo que en esta ocasión no son ofensivos -ninguno de sus hijos lo toleraría, como él toleró lo que hicieron sus hermanos con nosotros-. De cualquier manera no me gusta que lo haga, pero ya lleva en la sangre esa costumbre. Por ejemplo, a mi hijo Víctor le dice “Chinchulín”, y a mi hijo Jorge “Tilín”. ¿Qué significan? No sé. Tampoco sé el por qué de estos apodos.
Lo cierto en este asunto es que los sobrenombres, en muchas ocasiones, determinan a la gente. Una amiga que es gordita -y a la que llamaban “gorda” de pequeña-, dice que siempre pensó que su destino era ser rechoncha para el resto de su vida. Creció escuchando su sobrenombre, como si fuera un signo indeleble.
Los niños merecen todo el respeto del mundo. Nadie debe ser estigmatizado debido a su apariencia física. Si no, ¿para qué le ponemos nombres a los hijos? ¿Esto es tan difícil de entender para la gente que suele poner apodos?
Cuéntanos si tuviste algún apodo cuando eras pequeño, o si crees que poner sobrenombres no es gran problema.