Leí con mucho interés -y tristeza- el blog de mi colega Tiba Araujo, Las heridas que deja un hermano. Me llenó de terror siquiera imaginarme que entre mis dos hijos pudiera existir esa situación de acoso de uno hacia el otro.
Encima, el domingo la revista Parade publicó un artículo muy interesante acerca de cómo los hermanos y hermanas tienen una profunda influencia en las personas en que nos convertimos. Puso como ejemplo a una mujer súper exitosa que tomó la decisión de sobresalir al ver que su hermano era un flojo, drogadicto, que no quiso estudiar y que tomaba la vida con mucha ligereza.
Estoy a cuatro semanas de tener a mi segundo hijo, y Víctor Santiago, mi primer retoño está especialmente insoportable. En ocasiones me saca de mis casillas. Quiero pensar que presiente que la llegada del “intruso” está cerca y que su instinto de supervivencia lo hace reaccionar como si mamá y papá lo fueran a dejar de querer.
Desde ya he tomado mis precauciones. Le he dicho que Jorge Mario, su hermano menor, está en camino, que estará chiquito y que necesitará mucho cuidado. Entonces me levanta la blusa y comienza a besarme y acariciarme la panza. Dice que su hermanito está dormido. Eso me tranquiliza y me hace feliz.
Sin embargo, no dejo de pensar en que mi trabajo y el de Max, mi compañero, empieza en verdad cuando ambos hermanos estén juntos.
Yo crecí con seis hermanos y seis hermanas, y fue en realidad difícil. Bajo estas circunstancias, ningún padre o madre, por más dedicado que sea, puede darle a cada hijo la atención que necesita. Ahora que lo veo en perspectiva, en mi casa hubo de todo: los hermanos grandes que abusaban física y verbalmente a los chicos; los hermanos dominantes y los dominados; los hermanos que nunca -y hasta la fecha- se llevaron bien.
Sin duda, los padres somos en gran parte responsables del tipo de relación que hay entre los hermanos. Mis papás fueron muy tibios en las ocasiones en que unos de mis hermanos agredían a los menores. Ahora, por lo que mi padre nos relata, me doy cuenta de que en su casa existió el mismo patrón: los hermanos mayores eran agresivos y dominantes, sobre todo con las hermanas.
Yo sueño con que la relación entre mis dos hijos sea de mucho amor, ternura, admiración mutua y sobre todo respeto. Prometo hacer todo lo posible por que así sea.